¿Qué es la insulina? Todo lo que necesitas saber acerca de esta importante hormona
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La insulina es una de las hormonas más vitales que regulan el metabolismo de la glucosa y permiten que nuestro cuerpo transforme los alimentos en energía. Este artículo profundiza en los diversos aspectos relacionados con la insulina, su funcionamiento, tipos y usos terapéuticos.
La insulina es una hormona que se produce en el páncreas, específicamente en los islotes de Langerhans. Estos islotes contienen células especializadas llamadas células beta, que son las encargadas de sintetizar y secretar insulina tras la ingesta de alimentos.
La insulina se libera en respuesta al aumento de los niveles de glucosa en la sangre, que ocurre cuando consumimos alimentos ricos en carbohidratos. Actúa facilitando la entrada de glucosa sanguínea al interior de las células, para que pueda ser utilizada como combustible.
La diabetes mellitus se caracteriza por niveles elevados de azúcar en la sangre. Esto se debe bien a un déficit en la producción de insulina por las células pancreáticas o a que los tejidos pierden sensibilidad y no responden adecuadamente a esta hormona.
El tratamiento consiste en la administración de insulina, que ayuda a controlar los niveles de glucosa permitiendo su entrada a las células.
Existen múltiples tipos de insulina para cubrir tanto las necesidades basales como los picos tras las comidas. La insulina puede administrarse en inyecciones o mediante una bomba de infusión continua.
Es importante controlar regularmente los valores de glucosa mediante un glucómetro. Esto permite ajustar adecuadamente las dosis de insulina según las necesidades individuales de cada paciente.
La insulina ejerce su acción mediante su unión a receptores específicos situados en la membrana de las células del músculo, tejido adiposo e hígado, activando una serie de vías de señalización intracelular.
Esto provoca la translocación de los transportadores de glucosa GLUT4 desde el interior de la célula hasta la membrana plasmática. Esta movilización permite la entrada de glucosa al interior celular.
Una vez en el citosol, la glucosa puede metabolizarse para obtener energía de forma directa, o almacenarse en forma de glucógeno o grasas para su uso posterior cuando sea necesario. Todo este proceso está finamente regulado por la insulina.
La síntesis y liberación de insulina está modulada por diferentes estímulos, siendo la glucosa el principal regulador fisiológico. La ingesta de hidratos de carbono y el consecuente aumento de los niveles de glucosa en sangre es detectado por las células beta pancreáticas, que responden segregando insulina al torrente sanguíneo.
Otros nutrientes como aminoácidos y ácidos grasos, así como hormonas gastrointestinales, también pueden estimular o inhibir la producción de insulina. El sistema nervioso autónomo finamente regula la respuesta de las células beta a estos diferentes estímulos.
La insulina es una de las hormonas más importantes en el control del metabolismo intermedio. Tiene efectos anabólicos y anticatabólicos que regulan el metabolismo de la glucosa, lípidos y proteínas.
Asimismo, la insulina favorece la síntesis proteica y la captación celular de aminoácidos, a la vez que inhibe la proteólisis. De esta forma, la insulina coordina el balance nitrogenado del organismo.
En definitiva, la insulina es crucial para un correcto metabolismo intermediario de hidratos de carbono, grasas y proteínas, siendo indispensable para el mantenimiento de la homeostasis metabólica.
Comienzan a actuar a los 15-30 minutos de su inyección, alcanzan su efecto máximo entre 1-2 horas después de la administración, y sus efectos desaparecen al cabo de unas 4-6 horas. Algunos ejemplos son la insulina aspart, insulina lispro e insulina glulisina.
Se utilizan para cubrir los picos hiperglucémicos derivados de las comidas o para corregir hiperglucemias ocasionales en personas con diabetes.
Tales como la insulina detemir, insulina glargina y degludec. Se caracterizan por un inicio de acción lento (1-2 horas) pero su efecto es muy prolongado (hasta 42 horas).
Se emplean como insulina basal para mantener unos niveles estables de insulinemia durante todo el día, en combinación con insulinas de acción rápida/ultrarrápida para cubrir las comidas.
Consiste en la introducción de la insulina en el tejido adiposo subcutáneo, donde es captada por los capilares sanguíneos para acceder a la circulación sistémica. Existen preparados con diferente duración de acción.
La insulina puede inyectarse con jeringas tradicionales, o mediante plumas de insulina, más cómodas, reduciendo la denominada "fatiga de la aguja". Los lugares habituales de inyección son el abdomen, los brazos, los muslos y las nalgas.
Las bombas de insulina son dispositivos que liberan insulina continuamente a través de un catéter insertado bajo la piel. Permiten programar distintas dosis de insulina basal y en bolos alrededor de las comidas.
La gran ventaja es que proporcionan un suministro preciso de insulina, lo cual facilita mantener los niveles de glucosa en sangre dentro del rango normal. Además, la dosis puede ajustarse según la ingesta de alimentos, actividad física u otras necesidades.
Las bombas de insulina resultan especialmente útiles en niños y adolescentes con diabetes tipo 1, ya que reducen las inyecciones y aportan flexibilidad respecto a los horarios de comida o ejercicio.
La terapia con insulina está indicada en todas las personas con diabetes tipo 1, debido a que estas personas tienen un déficit absoluto de la hormona por la destrucción autoinmune de las células beta productoras de insulina.
Muchas personas con diabetes tipo 2 van perdiendo progresivamente su capacidad para secretar o usar su propia insulina, por lo que necesitan insulina exógena para controlar su glucemia. Inicialmente pueden usar antidiabéticos orales, pero la mayoría acaban precisando insulina.
Otras posibles causas por las que se necesita insulina: diabetes gestacional durante el embarazo, quistes o trauma pancreático, pancreatitis, cirugía pancreática o algunos tipos de cáncer como el de páncreas.
Por tanto, la insulina está indicada tanto en diabetes tipo 1 como en diabetes tipo 2 con fracaso secundario de los antidiabéticos orales, así como situaciones de resistencia severa a la insulina. Permite controlar los niveles de glucosa sanguínea cuando los producidos por el propio organismo son insuficientes.
Tras la administración de insulina, esta es transportada a través del torrente sanguíneo hasta alcanzar los tejidos diana. Allí se une a receptores específicos en la membrana celular.
Dependiendo del tipo de insulina, los efectos empiezan entre 15 minutos a 2 horas después de la inyección. Por ejemplo, la insulina regular o la de acción rápida comienza su acción aproximadamente a los 30-60 minutos.
Por ello, cuando se utilizan estas insulinas rápidas, la inyección debe aplicarse justo antes de las comidas (15 minutos antes),
de modo que su pico de acción coincida con el aumento de los niveles de glucosa tras la ingesta. Esto permite controlar adecuadamente la glucemia postprandial.
En cambio, las insulinas de acción intermedia y prolongada requieren tiempos mayores (entre 1-4 horas) para iniciar su efecto tras la administración.
La terapia con insulina precisa seguimiento médico para ajustar de forma individualizada las dosis necesarias y lograr un buen control glucémico, minimizando el riesgo de hipoglucemia. Estas son algunas recomendaciones clave sobre el uso de insulina:
Lo más frecuente es la terapia combinada basal-bolo, utilizando:
Otra alternativa son las insulinas premezcladas, con distinta proporción de insulina basal y de acción rápida.
Algunos errores habituales que se producen son:
Todos ellos pueden provocar problemas en el control glucémico. Revisar la técnica con el equipo sanitario evita errores.
En algunos casos el uso prolongado de insulina induce resistencia celular a la acción de la hormona. Precisa entonces aumentar progresivamente la dosis.
En definitiva, la educación para la salud sobre el manejo de la insulina y la comunicación estrecha entre el usuario y los profesionales sanitarios son esenciales para minimizar problemas potenciales.
Lo recomendable es hacer controles antes de administrar la insulina y cuando se sospeche alguna hipoglucemia. Como mínimo debe analizarse en ayunas, antes de comer y antes de acostarse. En total unas 4-5 determinaciones diarias. Los esquemas intensificados de tratamiento de la diabetes comprenden de 6 a 10 controles de glucemia al día.
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